15 abril 2009

Nuestros alumnos escriben


Los invitamos a leer un bello y gracioso cuento que alumnos de 5ºA realizaron animándose a jugar con los cuentos tradicionales:


La nueva caperucita roja


Había una vez una niña llamada Chupines Rojos. Su abuelita se los había comprado en un kiosco a $1,20. Resulta que la mamá le dijo:
- ¡Chupines Rojos, Chupines Rojos! Andá a la casa de la abuelita y llevale estas barritas bajas en calorías. Ah, tomá la plata para tomarte un taxi. Y volvé antes del amanecer. ¡Si no te vas a perder tu programa favorito!
- ¡Sí, mami!- dijo Chupi
Chupines Rojos fue rumbo a la casa de la abuela (en taxi, por supuesto) Pero el tránsito estaba demasiado lento. Y Chupines pensó “mejor me bajo”. Y así fue. Se bajó. ¡Y sin pagar! Caminó unos cuantos metros, paró en un kiosco y se tomó un Actimel. Pero entonces la tapita se voló con el viento.
- ¡Oh, no! ¡Ahí estaba el premio de la promo! ¡Yo quería mi Actipulsera!- gritó abatida Chupi.
Sin darse cuenta la niña corrió atrás de la tapita, adentrándose en la Reserva Ecológica. De pronto, alguien le tocó un hombro. ¡El perro del vecino! Y le dio la tapita de Actimel.
- ¡Muchas gracias, señor perro!- dijo Chupi emocionada.
- ¡De nada!- le respondió él can- ¡Ay, Chupines! ¿Me ayudás a hacer ejercicio? ¡Me siento pesado!
- ¡Claro! –le contestó la atlética chiquilla- ¡Te juego una carrera a la casa de la abuela! ¡Preparados, listos, ya!
Chupi y el perro corrieron sin parar hasta la torre de la abuela. Pero el perro, ¡ja!, se tomó el ascensor. Y la pobre niña tuvo que subir las escaleras. Cuando el perro llegó al piso de la abuela le volvió el vicio “¡Qué ganas de comer carne!, pensó. Así que le tocó el timbre a la abu.
- ¡Soy Chupi!- fingió.
- ¡Pasá, mi amor! –le dijo la ancianita. El perro entró y asustó a la señora. Después se puso su camisón y se metió en la cama. Cuando Chupi llegó tocó la puerta.
- ¡Pasá, querida! –ladró el perro.
- ¡Qué dientes tan grandes, abu! –se asombrò la muchacha.
- ¡Para comerte mejor! –saltó la hambrienta fiera.
- ¡Recapacitá! ¿No querías bajar de peso? -Lo regañó la niña- ¡Mejor tomá estas barritas!
- Tenés razón –aceptó el pichicho.
-¡ Abu, ya podés salir!
Su abu salió y, como el perro se había comido las barritas, pidió una piza. Y Chupines Rojos vio su programa favorito con su Actipulsera (al fin la consiguió) en la casa de su abu. FIN


Agustina, Lola, Nazareno y Rodrigo

24 de marzo, dìa de la memoria


La señorita de 2ºA, Laura Palma, compartió con nosotros, en el Acto por el Día de la Memoria, un excelente discurso que nos pregunta, para que no olvidemos:


El 24 de marzo se conmemoran los 33 años del golpe militar en la Argentina. Este episodio marca en nuestra historia reciente una abierta violación a los derechos humanos.
Los niños y adolescentes que hoy transitan en las escuelas públicas de nuestra patria no habían nacido, algunos de sus padres tampoco. Tal vez sí, algún abuelo o abuela, maestros que fueron pequeños en aquel entonces pero otros que padecieron este hecho en pleno ejercicio de su labor.
¿Qué es un Golpe de Estado?
Es eso, es un golpe, una trompada a las instituciones públicas que conocemos y, que como de esto se deduce, a la gente que está dentro de dichas instituciones.
Un golpe militar es la toma del poder por la fuerza, no en forma democrática –por medio del voto popular- como la que vivenciamos actualmente. Aunque es válido y conveniente aclarar que para este golpe se dé sin mayores sobresaltos, siempre hay gente que lo apoya o que está un poco distraída.
¿Para qué un Golpe de Estado?
Para imponer un nuevo modelo de sociedad. ¿Qué tipo de sociedad? Una en la que la gente no se formule preguntas, no reflexione, que acepte las reglas del juego de manera sumisa, que tome como “naturales” las desigualdades sociales y la injusticia.
La junta de comandantes integrada por Videla, Masera y Agosti tomaron la terrible decisión de violar, en nuestro país, los derechos humanos que hacía nada más y nada menos que 61 años antes se habían hecho explícitos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El artículo segundo de dicha declaración nos dice que “toda persona tiene los derechos y libertades que allí se proclamaban, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión u opinión política.
Y el artículo tercero nos viene a recordar que todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.
¿Cómo llevaron a cabo ese plan siniestro, al que con el eufemismo de “Proceso de Reorganización Nacional” dejaron como saldo decenas de miles de desaparecidos?
Mediante el secuestro y tortura de personas, la censura de los medios de comunicación, el cierre del congreso de la Nación, la prohibición y quema de cientos de libros entre otros actos que agotarían el tiempo del que disponemos.
¿Por qué con los libros? Porque a partir de la lectura se pueden imaginar nuevos mundos posibles. El plan cultural de la dictadura asumió como consigna “prohibido pensar”. Así, la educación pública fue herida de muerte. La matrícula decreció en todos los niveles. Muchas escuelas fueron cerradas y se persiguieron implacablemente todas aquellas manifestaciones culturales consideradas “perturbadoras”. Se prohibió por decreto la circulación y lectura de algunos libros infantiles con el pretexto de “preservar la moral de la niñez”. Además hubo espionaje dentro de las escuelas para dar cuenta de profesores y profesoras, maestros y maestras, alumnos y alumnas sospechosos de ser opositores al régimen.
Pasaron 33 años y los derechos humanos siguen siendo violados sistemáticamente. Hay un gran índice de pobreza e indigencia que obliga a muchos padres a tomar la triste decisión de sacar a sus hijos de las escuelas para que salgan a trabajar a temprana edad. No debemos dormirnos. Para que una sociedad sea justa nuestra población debe contar con el derecho a una vivienda digna, a un trabajo remunerado como corresponde y a una educación pública y gratuita, pero en serio.
Recordar significa volver a pesar por el corazón las cosas buenas y malas que hemos vivido, aunque sea por medio de las voces de otros.
Voy a cerrar con una frase que no me pertenece, sino a Graciela Montes:
“Algunas personas piensan que de las cosas malas y tristes es mejor olvidarse. Otras personas creemos que recordar es bueno; que hay cosas malas y tristes que no van a volver a suceder precisamente por eso; porque nos acordamos de ellas, porque no las echamos fuera de nuestra memoria”.